Blog sobre: Literatura, fotografía, pintura, vídeo...

domingo, 28 de noviembre de 2010

El decálogo de Augusto Monterroso

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1.   Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
2.   No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.
3.   En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: «En literatura no  hay nada escrito».
4.   Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con  una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada  con cincuenta palabras.
5.   Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
6.   Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
7.   No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.
8.    Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.
9.   Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
10.  Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más  inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
11.  No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
12.  Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratara de tocarte el saco en la calle, ni te señalara con el dedo en el supermercado.

Augusto Monterroso,  Guatemala, 1944 – 2003

Botella al mar para el Dios de las palabras

Intervención de Gabriel García Márquez en el Congreso de Zacatecas, abril de 1997

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A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»
El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los Mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras. 


domingo, 21 de noviembre de 2010

Joan Fontcuberta: Googlegramas

Fontcuberta -Resiliencia
Técnicamente un Googlegrama es el resultado de la conexión entre dos universos aparentemente dispares: el buscador google y la tradición de los mosaicos. Las fotografías obtenidas en la red, han sido recombinadas mediante un programa freeware de foto mosaico conectado online al navegador. El resultado final es un foto-montaje en forma de mosaico compuesto de 10.000 imágenes disponibles en Internet. Por ello Fontcuberta aplica como criterio de búsqueda algunas palabras-clave relacionadas con el tema de la foto, haciendo que la variable de búsqueda sea, simultáneamente, el resultado plástico del rastreo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

MIGUEL HERNANDEZ: EL HOMBRE ACECHA (1937-1939)

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LOS HOMBRES VIEJOS

I

Nacen puestos de gafas, y una piel de levita,
y una perilla obscena de culo de bellota,
y calvos, y caducos. Y nunca se les quita
la joroba que dentro del alma les explota.



Pedos con barbacana, ceremoniosos pedos,
de su senil niñez de polvo enlevitado,
pasan a la edad plena con polvo entre los dedos,
sonando a sepultura y oliendo a antepasado.



Parecen candeleros infelices, escobas
desplumadas, retiesas, con toga, con bonete:
una congregación de gallardas jorobas
con callos y verrugas al borde del retrete...